“Una palabra tuya y mi siervo se
sanará” –esas son las palabras que le dice el Centurión a Jesús cuando le pide
que cure a su siervo. Aquel hombre confiaba plenamente en Jesús y en “SU
PALABRA”. Se ve que Jesús era una persona de Palabra.
Muy distinto a lo que nos encontramos
muchas veces en nuestra sociedad: los políticos hablan y hablan (bla, bla,
bla…), sueltan enormes discursos y luego no hacen nada. Sólo tenemos que
recordar al fallecido Hugo Chaves que podía tirarse más de 10 horas en
televisión soltando un discurso e intentando convencer al pueblo venezolano de
muchas cosas, o recordar al envejecido y “acabado” Fidel Castro que se sabía cuando
tomaba el micrófono pero no cuándo lo soltaba… Nuestros políticos, los e
nuestro país, también son amigos de la palabra vacía, de las promesas
incumplidas, de los discursos huecos.
Podemos fijarnos también en algunos
medios de comunicación (bla, bla, bla…), ¡cuántas palabras, Dios mío! Para no
decir nada en muchas ocasiones, para manipular la información y para contarnos
solamente desgracias y penas.
Podemos fijarnos también en la
cantidad de anuncios que continuamente echan por televisión (bla, bla, bla),
donde con bonitas palabras quieren convencernos de que compremos tal o cual
producto.
¿Y al final de todo eso qué? –Nada,
palabras y palabras.
Jesús es diferente, tiene PALABRA,
cumple con lo que dice. Por eso, el centurión cree en Él y en su Palabra,
porque sabe que se puede fiar.
Sin
embargo aún nosotros, a pesar de que sabemos que una sola Palabra de Jesús
puede salvarnos también, en muchas ocasiones damos más crédito a las promesas
de cualquier anuncio de televisión, a las noticias de cualquier medio de
comunicación o a las palabras huecas del político de turno.
Bla,
bla, bla…