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25 de diciembre de 2013
Cada uno tiene su forma de celebrar la Navidad
Yo sé que el ser humano es libre y que existe una diversidad enorme a la hora de festejar cualquier acontecimiento. Yo sé que para unos la Navidad es celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, que para otros la Navidad es sinónimo de fiesta y desenfreno, que para otros la Navidad es lo mismo que decir "todo vale", que en muchas ocasiones la Navidad se convierte en una excusa perfecta para beber y beber (y no me refiero a los peces en el río)... Pero por desgracia, lo que debería ser un tiempo de paz y armonía se convierte en un tiempo de violencia y miedo.
Les cuento todo esto, porque aunque en este país ya he visto de todo, lo que el otro día pude observar me dejó sorprendidísimo: en una parada de un semáforo había un joven vendiendo fundas para guardar el revólver, la pistola o el arma de fuego que uno tenga. Yo sé que aquí está muy extendido eso de que la gente tenga una pistola en casa (por lo que pueda pasar). Algunas personas tienen licencia de armas y otras no. Como en tantas otras cosas, las autoridades miran para otro lado y hacen como que no ven.
El que ese muchacho esté vendiendo esas fundas para armas en este tiempo de Navidad y no en otro nos debería ayudar a reflexionar para ver en qué tipo de sociedad vivimos y qué tipo de cultura promocionamos: ¿una cultura de paz o una cultura de guerra?
Ojalá y podamos vivir una Navidad en paz.
21 de diciembre de 2013
Jesús fue hijo de emigrantes
En unos días vamos a estar celebrando el Nacimiento del Hijo de Dios. ¿Se
acuerdan ustedes lo que tuvieron que hacer José y María? –Huyeron de su casa de
Nazaret y fueron a buscar posada, todo el mundo les cerraba las puertas y el
Niño-Dios vino al mundo en Belén, fuera de su casa, en un lugar extraño y poco
confortable.
Jesús nació emigrante, fuera de su casa y rechazado por todos.
Parece que la historia se repite. Hace unos meses veíamos cómo a los hijos
de haitianos que ya habían nacido en nuestro país no se les reconocía la
nacionalidad, y se convertían en unos “sin tierra”, que no eran ni dominicanos
ni haitianos.
A todos nos parece que la situación en la que nació Jesús fue humillante, y
sin embargo, no todos pensamos que la situación que sufren estos “dominicanos”
hijos de haitianos es también humillante.
En este tiempo de Adviento cada domingo hemos estado completando en las celebraciones
de la Eucaristía la palabra ACOGIDA
y queríamos abrir nuestras casas, nuestros hogares y nuestra patria a aquellas
personas que se encuentran “sin tierra” y desposeídas de una identidad y
nacionalidad.
Navidad significa “nacimiento”. Que dejemos nacer un nuevo país, unas
nuevas leyes que ayuden a integrar, no a excluir, que ayuden a acoger, no a
expulsar, que ayuden a vivir, no a morir, que ayuden a crecer, no a hundir.
Si tienes clara tu nacionalidad: Feliz Navidad. Y si no tienes clara tu nacionalidad:
Feliz Navidad.
14 de diciembre de 2013
Dos cucharadas de azúcar
¿Cuántos de
ustedes han preparado un jugo de limón? – La mayoría, me imagino. Por eso todos
sabemos que para poder tomar un jugo de limón necesitamos echarle algo de
azúcar, porque si no, se nos queda precisamente “cara de limón”.
¿Por qué les pregunto esto? –Porque en
este domingo estamos celebrando lo que en la Iglesia se ha conocido
tradicionalmente como el Domingo de la Alegría, porque ya la Navidad está cerca
y todo huele a fiesta, a felicidad y entusiasmo ante la venida del Mesías.
En la vida, ya tenemos muchos tragos
amargos, muchos tragos agrios y mucha gente que vive con cara de limón. Es
gente amargada, triste, desilusionada y aburrida que contagia a los de su
alrededor y también les amarga la vida.
Por eso, necesitamos gente que
regale azúcar, quizá con un par de cucharadas es suficiente para quitar tantas
caras de limón de nuestra sociedad. Necesitamos gente que nos anime, que nos
transmita alegría y esperanza.
Les propongo que en esta
Navidad que se acerca tengamos a mano una fundita de azúcar y repartamos un par
de cucharadas allá donde estemos. Por ejemplo: dos cucharadas a un enfermo; dos
cucharadas a un vecino violento; dos cucharadas a nuestro jefe que es
insoportable; dos cucharadas a mi hijo o a mi hija que no siempre hace las cosas
como yo quiero; dos cucharadas a mi profesor o profesora que tiene poca
paciencia conmigo…
10 de diciembre de 2013
Niñeras con uniforme
Toda esta introducción sirve de pretexto para analizar algo que en varias ocasiones he visto y que creo que no es una cuestión cultural, sino una cuestión de humanidad.
Es fácil salir un sábado o un domingo a cualquier centro comercial, a pasear por un parque o por la calle y encontrarte con la siguiente imagen: una familia con sus hijos (normalmente no más de dos) y acompañándoles va la empleada, la criada, la niñera o la chica de la casa, como queramos llamarle. Hasta ahí todo normal, ¿verdad? Pues sí, todo normal, si no fuera porque la muchacha que lleva las tareas de la casa y cuida a los niños va con el mismo uniforme que normalmente utiliza en la casa al cocinar, al limpiar o al cambiarle los pampers a los bebés.
A mí, desde luego me parece un acto de discriminación y humillación, porque allá donde van todos saben quiénes son los señores y quién la sirvienta. Puede ser que no haya mala intención de discriminar por parte de la familia (estoy seguro que no). Probablemente siempre se ha hecho así. Quizá es una cuestión práctica y hasta las mismas muchachas prefieran ir así. Pero, en mi opinión, es un acto de discriminación.
Creo que la muchacha podría salir con la familia, bien arregladita, con su "vestido de domingo" y no quedar tan señalada como queda.
Quizá todo esto no lo entiendo por cuestiones culturales. Pero si alguien que está leyendo esto ha "paseado" con su familia y su criada de esta forma, póngase en el lugar de la muchacha y salga de paseo con la ropa de trabajar. Quizá no se sienta muy cómodo/a.
Son pequeños detalles que quizá hoy en el Día de los Derechos Humanos puedan ayudarnos a reflexionar.
7 de diciembre de 2013
Allanando senderos
Cuando pensamos en Juan el Bautista
enseguida nos viene a la mente una de las frases que él pronuncia cuando
predica en el desierto: “Preparen el camino al Señor, allanen sus senderos”.
Allanar los senderos es algo propio de
aquellos que se dedican a asfaltar las carreteras, caminos y calles. En nuestro
país parece que hay pocos que se dediquen a esas tareas, porque por todos
sitios que vamos nos encontramos con hoyos que nos incomodan el tránsito y en
más de una ocasión nos dañan las gomas de nuestro vehículo.
Si eso lo llevamos a nuestra vida
cotidiana y lo aplicamos a las relaciones humanas, también descubrimos “hoyos”
que incomodan nuestro tránsito.
A veces tenemos vecinos que nos
molestan, incomodan o insultan, que nos botan la basura en nuestra puerta o que
ponen la música tan alta que no hay forma de descansar en la noche.
Otras veces tenemos un jefe que molesta
demasiado, que no valora nuestro trabajo, que nos explota y exige demasiado.
En otras ocasiones, hay algún familiar
que nos falta el respeto o se burla de nosotros, que no nos habla o nos habla
mal.
Hay personas que sólo buscan el
conflicto, la guerra, el enfrentamiento y la pelea.
Si nosotros caemos también en esos
hoyos y nos dejamos arrastrar por esas actitudes, al final no hay quien viva, y
esta vida se convierte en un sufrimiento continuo.
Tomemos ejemplo de Juan el
Bautista y allanemos el sendero al Señor, y a los hermanos y hermas que están a
nuestro alrededor. Así todos podremos vivir en paz y en armonía.