Probablemente aquel señor tenía frío y no quiso quitarse las orejeras para que no se le congelasen las orejas. De todos modos aquella situación me llevó a reflexionar que hay algunos cristianos que, aunque no se nos ven las orejeras, en el fondo estamos en Misa con los oídos taponados, que tenemos tanta cera en los oídos que somos incapaces de escuchar la Palabra de Dios, de dejarnos transformar por ella, de interrogarnos ni siquiera un poco nuestro estilo de vida. "Por un oído nos entra y por otro nos sale" -que diría el refrán. Son cristianos sordos.
Siguiendo con la reflexión, también nos encontramos con otras personas que vienen a Misa con los ojos tapados, que son incapaces de mirar a las personas que tienen a su lado, que les importa un comino la comunidad. Son personas que solo se miran a sí mismos y que les molesta cualquier creatividad, novedad o gesto que se realiza en Misa y que le implique moverse ni siquiera un centímetro de su banco. Son cristianos ciegos.
Y también hay otros cristianos que vienen a Misa con la boca tapada: que no responden o lo hacen de mala gana; que no cantan; que no participan... Personas que tienen los músculos de la boca agarrotados. Y esos son los que luego se quejan diciendo que la Misa es un rollo, que no hay quien aguante, que es insoportable. Son cristianos mudos.
Me viene a la mente aquel dibujo de los tres monos: uno se tapa los oídos, otro los ojos y otro la boca.
Si te sientes identificado con uno de estos tres tipos de actitudes, deja ya de ser un "mono cristiano".