Papá y mamá:
Sé que estabais esperando estos dos mangos desde hace tiempo y contabais los días y las horas pensando en qué momento os tocaría a vosotros. Y ha llegado por fin ese mango, perdón, esos dos mangos, uno para cada uno, pero para que los compartáis, como habéis compartido todo durante toda vuestra vida de matrimonio.El motivo por el que os hago llegar estas letras es porque desde que llegué aquí he venido observando un gesto en las Eucaristías que me encanta: los matrimonios que vienen a Misa se acercan a comulgar juntos y, aunque vienen en fila como las demás personas, cuando llegan delante del sacerdote se ponen los dos juntos y reciben la Comunión unidos.
Y me ha gustado mucho ese gesto por dos motivos: - primero, porque expresa muchas cosas: la unión, la fidelidad, el acompañamiento, el amor, la presencia de Jesús en su matrimonio...
- y segundo, porque me recuerda mucho a vosotros y refleja perfectamente lo que he visto en vosotros a lo largo de mis treinta y pico años de edad.
Con vosotros he aprendido a darme a los demás, a estar disponible a la voluntad de Dios, a poner a Jesús en mi vida... Y fruto de esa educación hoy soy lo que soy: religioso mercedario en estas tierras dominicanas, buscador de nuevas melodías que suenen a libertad, a justicia, a igualdad... Por supuesto, que no soy mejor que ningún otro hijo, ni mejor que cualquier otro sacerdote, ni mejor que cualquiera de mis hermanos mercedarios. Pero lo poco o lo mucho que soy, con mis pocas o muchas virtudes y mis pocos o muchos defectos, es gracias a vosotros que habéis querido sembrar en mí todos esos valores. Y estoy orgulloso, os lo aseguro.
Por eso, cuando los matrimonios se acercan a comulgar a nuestra parroquia y lo hacen unidos me recuerdan a vosotros que habéis apostado siempre por la familia, por el sacrificio en favor de los hijos y por el cultivo de los valores cristianos en el seno familiar.
Sabéis que cuando envío un mango va dirigido a alguna persona concreta, pero que el mensaje es para todos los que quieran saborearlo. Por eso, este doble mango quiero que lo saboreen también otras familias, otros matrimonios, y descubran que Dios puede estar entre ellos y que Jesús puede ocupar un lugar en sus casas, como lo ha estado en la mía, en la vuestra, en la nuestra.
Bueno, me despido de vosotros. Espero que estos dos mangos sacien de alguna manera el hambre de no tenerme tan cerca como quisierais. Pero sabéis que estamos muy cerca porque hay ALGUIEN que nos une y nos ha unido siempre: DIOS.
Un par de besos, con sabor a mango, claro.
De vuestro hijo Santi
Hola Santi. Hola Todos
ResponderEliminarQue bonitos gestos tienen allí. Los matrimonios comulgan juntos, los niños se acercan a dar la paz al sacerdote... ¡¡cuánto tenemos que aprender nosotros de allí!!, que con esos gestos sencillos, marcan mucho.
Muy bonita tu carta a tus padres... igual que esos gestos tan sencillos, que marcan TODO lo que se puede sentir hacía unos padres. Ojala, algún día mis hijas me dediquen un mango así.
Abrazos.
Muy muy bonito el mango..supongo que también habrá sido difícil de escribir, pero son de los mangos más sabrosos.
ResponderEliminarBesos
Precioso mango padre!
ResponderEliminarNo pude escribirte en el mango de lo de la sanidad,pq he estado bastante liada últimamente!
Pasa unos felices días allí, por lo menos no pasarás el frío que tenemos aqui!!
un besote!
Inés