Esta familia ya tenía poco, y ahora tienen aún menos. Probablemente no echarán de menos el lavavajillas, la computadora o el microondas; tampoco echarán en falta el colchón de agua, el sofá reclinable o el aire acondicionado, porque nada de eso tenían. Pero seguro que sí echarán de menos las cuatro paredes de madera, paja y barro que, aunque poco, les protegían y les daban intimidad.
Y lo mejor de todo es que al poco tiempo vi al muchacho en las actividades de la Fundación y lo encontré feliz, como si nada hubiese pasado. Y entonces entendí aquello de que no es feliz el que todo o casi todo tiene, sino el que poco o nada necesita.
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