3 de mayo de 2011

Peralta de Azua

Peralta de Azua, así se llama el pueblo en el que Ermes, Pabel, Miguel Ángel y yo hemos vivido la Semana Santa.
Ya ha pasado algo más de una semna desde que estuvimos allí, pero la alegría pascual dura al menos 50 días, así que estoy dentro del plazo.
Han sido muchos los buenos momentos y experiencias que hemos vivido. Destaco sólo algunos que más me llamaron la atención y me ayudaron a vivir mejor la Pascua:
- Lo primero a destacar es la buena y gran acogida que la gente nos dio. Comíamos y cenábamos en las casas de diferentes familias del pueblo, que de forma generosa abrían las puertas de sus casas para regalarnos un plato de arroz, mangú, puré de papas, habichuelas con dulce, cachá, y tantas otras cosas que llenaban nuestro estómago y nos hacían sentir como en casa.
- El Viacrucis fue por todo el pueblo. Acompañamos a Jesús en su camino hacia el Calvario. Hubo un momento, en la 3ª estación, donde pasó una moto que portaba atrás a un chico joven que, a su vez, llevaba en los brazos a una señora, que iba echando sangre por la cabeza. Al perecer otra moto la había atropellado y la estaban llevando hacia el hospital del pueblo. En ella vi al mismo Cristo que va camino hacia la cruz, despojado de todo... La camilla improvisada en los brazos de aquel muchacho, la ambulancia inventada en aquella moto, me hacían descubrir las penurias y dificultades por las que pasa mucha gente, y valorar todo lo que yo tengo.
- El Viernes Santo a la noche recorrimos el pueblo en absoluto y riguroso silencio. Allá por donde pasábamos la gente apagaba las radios, las televisiones... Muchos contemplaban con respeto el pasar de velas y velas encendidas que portaban los caminantes. Otros, movidos por la misma devoción, buscaban presurosamente una vela en casa, y se unían a la procesión. Cuando digo que recorrimos todo el pueblo, digo que recorrimos todo el pueblo. Lo que más me impresionó fue cuando llegamos a la zona roja (así le llaman a la zona donde los colmados y bares ponen sus bocinas y altavoces, para vivir fiesta, fiesta y más fiesta, regada de alcohol). Yo iba con cierto miedo, porque igual nos gritaban o nos faltaban el respeto, pero qué va, todo lo contrario.
- El mismo Viernes Santo al terminar la Procesión del Silencio, un grupo de jóvenes de la parroquia representaron una pequeña obra de teatro donde simulaban un juicio a todos los que habían intervenido en el proceso de la pasión y Muerte de Jesús. Allí aparecía Judas, Herodes, Pilatos, los Sumos Sacerdotes... Eran sentados en el banquillo de los acusados, y un abogado defensor, el fiscal y el juez dialogaban con el acusado para ver su inocencia o su culpabilidad. Todos inocentes, pero en el fondo todos culpables. La obra fue excelentemente representada y los jóvenes supieron dar vida a ese proceso. Y la pregunta que quedó en todos nosotros: ¿Y yo soy también culpable?
- Uno de los días del Triduo Pascual hubo disparos en el pueblo. Parece como que algunos querían ajustar cuentas y decidieron hacerlo de esa  forma. Los 14 disparos, gracias a Dios, fueron al aire y a alguna de las fachadas de las casas...
- Lo más impresionante fue ver saltar de alegría y de gozo a aquella gente que con humildad y sencillez celebraban la resurrección del Señor, porque eso les llena de vida y de esperanza.

Gracias a todo el pueblo de Peralta de Azua, y especialmente a todos los parroquianos, que nos ayudaron a descubrir a Jesús en sus rostros, en sus vidas, en sus trabajos, en sus casas, y sobre todo, en su forma de vivir la fe.


  


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