(Hoy estuve en Radio Vida en la Eucaristía. Comparto la Homilía, por si le sirve a alguien:)
¿Hay algo difícil para Dios? –Eso es lo que Dios mismo dice a Abraham ante la incredulidad de Sara de que ellos, a pesar de su ancianidad, iban a tener un hijo.
Vivimos en una sociedad donde nos pensamos que lo mejor es conseguir un puesto en la administración pública. Vivimos en una sociedad que nos lleva a pensar que sólo estando al lado de los políticos podremos progresar y tener una vida más feliz, más dichosa. Vivimos en muchas ocasiones pendientes de buscar un buen padrino, un protector que nos abra puertas y nos solucione los problemas de cada día. Y nos ponemos a buscar aquí en la tierra… y el único que puede hacer milagros de verdad, el único que puede ayudarnos y abrirnos puertas es Dios. Eso es lo que quiere decirnos la 1ª lectura de hoy, tomada del Génesis.
Hace una semana la Hermana Glenda cantaba en nuestra tierra, en nuestro pueblo. Una de sus canciones dice: “Nada es imposible para Ti”. Y es cierto, nada es imposible para Dios.
Cuando decimos que Dios es Todopoderoso hay que descubrir que es un Dios que todo lo puede hacer, que todo lo puede conseguir…, pero que al mismo tiempo está cercano a la humanidad.
Esta idea de Dios puede conducirnos a un error: pensar que si Dios hace las cosas, ya nosotros no tenemos nada que hacer, si Dios actúa nosotros nos cruzamos de brazos. Y eso no puede ocurrir. Tal y como hemos escuchado en el evangelio de Mateo de hoy, Dios nos pide que creamos en Él, que pongamos nuestra confianza en su actuación, en su intervención.
¿Por qué cura Jesús al criado del centurión? –Porque tiene fe, porque se acerca a Jesús y confía desde el primer momento en su actuación, en el milagro.
¿Por qué cura Jesús a tantas personas de sus dolencias? –Porque creen en Él. Es lo único que nos pide, que creamos en Él.
Seguro que muchos de nosotros tenemos amigos o familiares enfermos y le decimos a Dios que los sane, que los cure, que les quite el dolor, pero ¿lo hacemos con fe?
Por tanto, dejemos de poner nuestra fe en cuestiones pasajeras, dejemos de poner nuestra fe en el dinero, en los políticos, en la loto… Nada de eso salva, sólo salva Dios.
Hoy junto al Centurión, nosotros también podemos decir: “Señor, no soy quién para que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Esa frase que repetimos en la Eucaristía antes de comulgar es fundamental que la digamos cada día al levantarnos, al comenzar una nueva tarea, sabiendo que es Jesús el que está ahí con nosotros y que con nuestra sola fe llega para que las cosas se realicen.
Creamos en Jesús, hermanos, simplemente creamos.
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