Hace unos días, cuando iba a empezar la Eucaristía en la Parroquia vi que entraban dos hermanitos pequeños con mucha alegría e ilusión. Mientras entraban escuché que iban hablando, y le dice la hermana mayor al pequeño: "Papa Dios te va a castigar, porque no te has traido los zapatos de casa y vas a entrar descalzo". Me sorprendió escuchar aquella afirmación de una niña tan pequeña. Y me quedé pensando todo el transfondo que había detrás de aquella frase inocente...
Lo que afirmó aquella niña era reflejo de lo que los adultos muchas veces inculcamos en los niños. Nos fijamos demasiado en las formas: si vamos calzados o descalzos, si llevamos una ropa o llevamos otra, si hemos hecho bien la señal de la cruz, si nos arrodillamos en tal o cual momento de la Misa... y nos olvidamos del fondo de las cosas.
Yo no sé si aquellos niños tendrían suficiente dinero para tener unos zapatos o no. Si no lo tenían, creo que sería bueno recordar lo que Jesús dijo en el Sermón de la Montaña: "Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos". Si tenían dinero suficiente para tener zapatos y, sin embargo no los llevaban, creo que sería bueno recordar aquella otra afirmación de Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí" (y añado yo: "sea con zapatos o sin ellos").
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