Jesús viene a decirnos con esa frase que no son comparables las cuestiones humanas y las cuestiones de Dios. Que Él está por encima de todo y que nada se le compara. Que no podemos mezclar la política con la religión y la religión con la política. No nos dice Jesús que no nos impliquemos en los problemas sociales, económicos o políticos que vivamos en cada momento, sino que debemos separar una cosa de la otra. Nos recuerda Jesús que debemos cumplir nuestras obligaciones como ciudadanos, y que, sobre todo, debemos cumplir nuestros deberes como cristianos.
Y a propósito de todo esto, he estado pensando que en muchas ocasiones los cristianos ponemos por encima al César (léase Leonel, Danilo, Hipólito, Vargas...) antes que a Dios. Nos pensamos que estos nuevos "emperadores" de nuestra política nos van a salvar, y nos equivocamos solemnemente. Es triste ver cómo algunos cristianos son capaces de alabar, engrandecer e ir detrás de los gobernantes (o aspirantes a gobernantes). Es triste ver cómo algunos cristianos ponen una vela a Dios y otra al diablo (por si acaso). Más triste aún es ver cómo la situación se repite: el César explotaba, dominaba y controlaba al pueblo judío; hoy también en nuestro país, por desgracia, hay muchos gobernantes disfrazados del "César" que utilizan las mismas armas del miedo, la mentira y extorsión para dominar y someter al pueblo dominicano. Pero lo que es aún más triste es que muchos de nosotros encima los apoyamos y aplaudimos, los elevamos a los altares y los encumbramos, los defendemos y les damos nuestra credibilidad.
Demos a Dios lo que es de Dios y al César no le demos nada porque se lo echa al bolsillo y nadie lo ve.
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