Me quedan dos días para volar de nuevo a República Dominicana y continuar allí la labor que los mercedarios realizamos en aquella tierra. Después de pasar un mes en mi tierra manchega vuelvo con ilusión, con las energías recargadas y lleno de cariño de los seres más queridos.
En este mes me he encontrado con mucha gente que me preguntaba por los niños limpiabotas, por el Corito Chichigua, por nuestro Dispensario Médico, por las diferentes tareas misioneras que en Santo Domingo realizamos.., y todos ellos se acercaban con curiosidad y deseos de poder compartir todos los proyectos que los mercedarios realizamos en esta isla del Caribe.De todos los encuentros gratificantes que he tenido en este tiempo, me quedo con dos.
El primero fue uno de los domingos al terminar la Eucaristía que se acercó una chiquita de unos 13 años a saludarme. Su rostro no se me había olvidado, ella había sido una de las que había participado con mayor intensidad e ilusión el día que estuvimos limpiando zapatos en mi pueblo allá por Navidad. Entró en la sacristía y me sonrió como quien sonríe a uno de sus mejores amigos, como quien se reencuentra con alguien querido. Me alegró mucho volverme a encontrar con ella, pero me alegró más aún ver el interés que seguía teniendo por nuestra labor en República Dominicana, cuando me dijo que había leído en Caminos de Liberación mi artículo sobre las actividades solidarias que en Herencia se habían realizado. Me pidió que hiciera lo posible para que esa revista le llegara a su casa cada vez que se publicara.
El segundo encuentro fue el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar. Justo al terminar de hablar con aquella jovencita, se acercó a mí otra muchacha, algo más mayor, de unos 16 años. Me conocía y la conocía de haber participado también en las actividades solidarias en favor de los limpiabotas en el tiempo de Navidad. Me contó que iba a entrar a 2ª de Bachillerato y le pregunté qué quería estudiar luego. Ella respondió que Educación Social. Aproveché su respuesta para plantearle que quizá algún día pueda ejercer su profesión en República Dominicana. Se le iluminó la cara y me dijo: "¿de verdad que puedo ir? -Sería la persona más feliz si pudiera estar allí".
Queridos Mangantes, de todo lo vivido en este mes de vacaciones, sin infravalorar todo lo demás, me quedo con estos dos encuentros, con estas dos chicas que me han demostrado ser dos futuras misioneras.
Y a vosotras dos, futuras misioneras, que sepáis que tenéis un hueco en Santo Domingo... y un hueco en mi corazón. Que Dios os bendiga, chicas.
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