Hay una
palabra que se ha puesto de moda en nuestro mundo. Se trata del término: “amantes”.
Escuchamos que hay “amantes de la naturaleza” (su actividad principal es la de
conservar la naturaleza, el medio ambiente); existen los “amantes de los
animales” (aquellos que se preocupan y cuidan de los animales, protegen las
especies en extinción…); están los “amantes del cine” (llamados así porque
tienen dominio de lo que hay en la cartelera y conocen los argumentos de las
películas de cine); los hay también “amantes de las carreras” (aquellos que viven
con intensidad cualquiera de las diferentes competiciones de automóviles o de
motos)…
Y también
existen, por si no nos habíamos dado cuenta, los “amantes de Dios” y los “amantes
del prójimo”. Desde que Jesús proclamó como mandamientos principales el amor a
Dios y el amor a los demás, todos los que queremos seguirle nos convertimos en “amantes
de Dios” y “amantes del prójimo”.
El tema está
en saber qué tipo de actividades caracterizan a este tipo de amantes. Me atrevo
a decir algunas:
Los
amantes de Dios saben encontrar en cada momento, en cada detalle de la vida a
Dios; son personas de oración, que huyen del ruido y buscan la manera de
interiorizar; los amantes de Dios leen y escuchan la Palabra de Dios y no
tienen miedo a decir que creen en Él….
Los amantes
del prójimo tienen detalles con aquellos que viven a su lado; buscan la manera
de favorecer a los otros y no miran por sí mismos; los amantes del prójimo no
molestan e insultan a los demás; protegen a los más desfavorecidos y luchan por
la justicia; los amantes del prójimo hablan de paz y la practican…
Por tanto,
hermanos y hermanas, somos amantes de Dios y del prójimo… y si no lo somos,
quizá estamos algo alejados del Reino de los cielos.
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