Aunque yo ya había aparecido en la Biblia en otras ocasiones, me hice muy famoso porque Dios me encargó la misión de decirle a María, la de Nazaret, que iba a concebir al Hijo de Dios. Ustedes pensarán que cuando Dios me dijo que tenía que decirle eso a María, yo enseguida bajé a la tierra y se lo dije. Pues no. Más bien lo que ocurrió es que le dije a Dios que se buscara a otro, que esa misión era muy difícil. Incluso le propuse otros nombres: "Miguel y Rafael, ellos son también arcángeles y podían hacer eso muy bien".
Dios, que es muy inteligente, dejó que me desahogara y expresara mi rebeldía. Me dijo que me tomara unos días para pensarlo. Me fui a pasear por las nubes para "oxigenarme" un poco.
La verdad es que yo tenía miedo, mucho miedo, aquello era demasiado serio: eso de aparecerse de repente a una joven y decirle que va a ser la madre de Dios no es fácil.
Estaba totalmente cerrado a lo que me proponía Dios, pero cuando reflexioné sobre lo que significa mi nombre: "Gabriel" (fuerza de Dios), descubrí que no tenía que tener miedo, que Él me iba a ayudar.
Finalmente Dios marcó una fecha, que sinceramente ahora no recuerdo. Era un día claro, despejado. Se oía claramente el canto de los pajaritos.
Bajé muy rápido a Nazaret. Busqué la casa de María, según los datos que Dios me dio, y enseguida la encontré. Toqué a la puerta, y nadie me respondió. No se oía ni una mosca. Me asomé por una ventanita pequeña de la casa y allí vi a una joven preciosa, que estaba arrodillada en el suelo, en actitud de oración. Supuse que aquella muchacha era María.
Me temblaban las piernas, pero me armé de valor y entré por el ventanuco. Aunque era estrecho, conseguí pasar (los ángeles como no tenemos huesos nos metemos casi por cualquier sitio) y allí me aparecí ante aquella joven que se le veía muy llena de Dios. Comencé con ella el diálogo que ya ustedes conocen por el evangelista Lucas... Aquella muchacha no me lo puso fácil. Ella insistía en que "no conocía varón", que aún no estaba casada con José, que cómo podría ser que su hijo fuera obra del Espíritu Santo... y yo le ponía ejemplos para que viera que para Dios nada era imposible, que se fijara en su pariente Isabel que ya era anciana...
María era un poco terca y testaruda, y a mí se me acababan los argumentos. Yo ya estaba cansado y decía: "Dios mío, qué mujer tan cabezona". Llevaba una hora ahí en el aire agitando las alas para no caerme..., ya estaba decidido a tirar la toalla y decirle a Dios que buscara otra... Pero justo ya cuando me iba a ir, ella dijo: "Hágase en mí según tu Palabra". La miré a la cara y le dije: "¿cómo? ¿aceptas, de verdad?" -"Sí", me dijo ella.
Me fui volando hacia el cielo para contárselo a Dios y cuando llegué allí, sofocado y casi sin aire, le dije a Dios: "María... ha... aceptado...". Él me miró, empezó a reír a carcajadas y me dijo: "Ya lo sé, les estuve espiando por la rendija de la puerta de la casa de María".
Desde aquel día perdí el miedo y me volví más arriesgado. Si pude con María, ya puedo con cualquiera...
Bueno, Mangantes, les dejo, me está llamando Dios, no sé qué misión me tendrá preparada para hoy.
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