Hola, amigos y
amigas, soy Melchor. El rey que llevó oro al Niño-Dios. Y debo reconocerles soy
un poco ladrón. Lo siento, pero tuve que hacerlo. El oro que le llevé al Niño se
lo robé a todas las personas ricas que me encontré en el camino, porque veía
que con su riqueza abusaban de los demás. Y decidí quitárselo a ellos y
llevárselo a Jesús para que Él lo administrara mejor y los más pobres pudieran
al menos tener algo más de lo que tienen. Sé que no está bien robar a la gente,
pero lo hice porque me indigna ver que tantos niños se mueran de hambre en este
mundo. ¿Ustedes no harían lo mismo?
Hola, amigos y amigas, soy Gaspar. El
rey que llevó incienso al Niño-Dios. Y debo reconocerles que el incienso que le
llevé a Jesús no era mío. Varias personas por el camino me fueron dando plantas
para que se las diera al Mesías. Todos me decían que les hiciera saber que realmente
había entregado sus plantitas a Jesús. Entonces decidí hacer incienso con todas
ellas y así cuando llegara al portal podría quemarlo. El humo de aquel incienso
se extendió y propagó llenando de su aroma aquellos hogares generosos que me
habían dado las plantas para el Mesías. ¿Ustedes no hubiesen hecho lo mismo?
Hola, amigos y amigas, soy Baltasar.
El rey que llevó mirra al Niño-Dios. Aquella mirra me la regaló una señorita en
un supermercado. Ella decía que aquello tenía propiedades curativas. Decidí
llevársela al Mesías para que Él fuera quien distribuyera aquella mirra entre
los enfermos y sufrientes. ¿Ustedes no hubiesen hecho lo mismo?
Mangante, si tuvieras en tus
manos oro, incienso y mirra, ¿qué harías?
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