Cuando llegó la Consagración, el perrito se echó al suelo en el pasillo central y miraba con interés hacia el altar..., increíble; cuando la gente vino a comulgar, ¿adivina quién hizo fila también? -Efectivamente, nuestro amigo, el amigo del hombre...; cuando terminó la Eucaristía él se dirigió hacia el Sagrario (eso es lo que hace la mayoría de la gente por aquí), se tumbó para... Y nadie se preocupó de sacar al perro de un lugar tan sagrado. Creo que algunas personas no llegan a ser tan devotas y respetuosas como ese perro. Os lo aseguro.
Al principio yo pensé: quizá esté buscando a San Antón, patrono de los animales. Pero se equivocó de lugar, en nuestra Iglesia no tenemos ningún santo con un cerdito a su lado.
Me imagino esta misma escena en España, en cualquier Iglesia, de ciudad o de pueblo, de barrio pobre o rico. Probablemente la mayoría de la gente que estuviera en Misa en ese momento pondría su mirada en el animal y haría todo lo posible por echar al perrito del templo para que no incomodara a la comunidad cristiana. Con eso no digo que tengamos que llenar nuestras iglesias de todo tipo de animales, evidentemente, pero me hacen gracia las dos escenas: el perro de aquí asistiendo a Misa con normalidad y "devoción"; y la gente de allí, preocupada y espantando al animal inoportuno. ¡Simpáticas escenas!
Al final podemos decir parafraseando a San Francisco de Asís: alabado seas, mi Señor, por el hermano perro.
Hola Santiago, hace una hora que hemos llegado de Poío, y me he dicho voy a ponerme al día con los mangos del padre Santi. Cuando he leido este. me ha hecho mucha gracia, ya sabes que yo adoro a los perros, y siempre te he dicho que son mejores, más nobles y agradecidos que muchas personas. Estoy segura de que ese perrito, que no molestaba a nadie, sentía lo que hacia, y me parece estupendo que no lo echaran a patadas de la Iglesia. Un abrazo para todos, de Emiliana. Por cierto, muy bonita y emotiva tu presentación del festival en Poío.
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