16 de abril de 2010

Un mango "sin palabras" para Leoncio

Hola, Leoncio, te envío un mango, porque desde que estoy por Santo Domingo se me están olvidando las clases de Lengua que nos diste en Herencia, cuando teníamos tan solo 12 ó 13 años. A veces yo ya no sé cómo se llaman las cosas y me armo un poco de lío.
Te cuento un día cualquiera, para que veas:
Me levanto por la mañana, a las seis y quince, y no a las seis y cuarto, rezo en comunidad y luego voy a desayunar. Me tomo una taza de leche con cocoa que sabe como el colacao, pero se le llama de otra manera.
Después de asearme, me dispongo a salir para hacer la compra; voy a coger el carro que es igual que un coche con cuatro ruedas y motor, cinco puertas y aire acondicionado; llego a las luces de la esquina, o al semáforo, como dirías tú, y me encuentro con un joven que vende chinas, aunque yo juraría que son naranjas de las de toda la vida.
Llego al Supermercado y dejo el carro en el Parqueo. Cuando entro me dirijo a la sección de marisco, allí veo una caja llena de gambas con la cabeza cortada. Le señalo a la muchacha que me dé 1/2 kilo de esas gambas y me dice que eso no son gambas sino que son camarones. Yo, que a esas horas de la mañana no tengo ganas de discutir, le digo que lleva razón, que me ponga esos camarones descabezados. Luego voy a comprar la fruta y cojo cinco piezas de chinola, aunque a mí me parecía maracuyá. Me acuerdo que tengo que comprar un abejón, para poder cortarle el pelo al 0 a uno de los formandos. Después me detengo para ver los ordenadores portátiles a los que han bautizado con el nombre de laptops. Con cara de sorpresa, me encamino hacia las cajas para pagar. Allí empiezo a meter todas las cosas en fundas, porque bolsas no se puede decir, ya que hace referencia una cosa un poco grosera.
Al llegar a casa, veo que para comer tenemos filetes de cerdo con patatas, aunque alguien me corrige y me dice que no son patatas, sino papas. Como sigo sin ganas de discutir, me las como y punto. Después me tomo un jugo de chinas, aunque yo diría que era un zumo. Cuando termino de comer voy a vaciar el plato con los restos de comida al zafacón, que es exactamente igual a nuestro cubo de basura.
Al terminar de comer salgo de casa y me monto en una guagua, vamos, lo que viene siendo un autobús, para realizar unas diligencias, lo que en mi pueblo vienen a ser recados, tareas o labores. Allí veo que una mamá se pone guapa con su hijo, no es que fuera fea y que se había puesto guapa de repente, es que aquí ponerse guapa significa enfadarse; luego le echa un boche a su hijo pequeño, que es como echar una regañina, una bronca o una reprimenda y a continuación le da un azote en el trasero, porque culo -perdón- aquí suena fatal. Luego, al señor que se sienta a mi lado le suena el celular, aunque a mí me parecía un teléfono móvil. Al bajarme de la guagua, comienza a llover y una doña, -señora, dirías tú-, me ofrece refugiarme en su sombrilla, que es idéntica al paraguas que utiliza mi madre cuando llueve, pero que aquí le llaman así.
A las 5,30 de la tarde llego a la oficina parroquial y una señora quiere hablar conmigo porque está desesperada porque su marido le pone los cachos, dicho en cristiano: que le pone los cuernos. A las 6 de la tarde comienzo la Misa, pero a la gente no le deseo que "El Señor esté con vosotros", sino que les invito a que "El Señor esté con ustedes";
Cuando salgo de la parroquia veo que una goma del carro está pinchada. Y como podrás adivinar, Leoncio, en el fondo lo que se me ha pinchado ha sido una rueda. Termino de cambiarla y una joven de la parroquia me pide que le dé una bola hasta su casa, que, para que no pienses mal, significa que si la llevo a su casa que me pilla de paso. Ok fue mi respuesta, porque si le digo vale no me entiende y además se ríe, porque esa palabra les hace mucha gracia.
Al llegar a casa me tomo una aspirina, porque me duele un chin la cabeza. Y me dirás: ¿qué significa eso de un chin? -pues un chin es equivalente a un poco...
¿Es para volverse loco o no? -Yo creo que sí, pero es cuestión, Leoncio, de ser prudente, de escuchar a la gente y así no meter la pata, aunque te aseguro que incluso tomando esas prevenciones muchas veces te equivocas y la gente te mira extrañada.
Bueno, amigo Leoncio, después de tanto vocablo me he quedado "sin palabras". Espero que cuando nos veamos en verano me entiendas cuando te diga: "tómese usted el jugo de chinola, porque tenemos que coger la guagua, ya que tengo las gomas del carro pinchadas, y tengo un chin de prisa, para poder ir a comprar una laptop, un abejón y un celular; y si no llego a tiempo me pondré guapo".
Espero no olvidar tus clases de Lengua. Un abrazo.
Fdo.: El Mangante de Palabras.

3 comentarios:

  1. Me parece que cuando vengas por Valladolid no entenderemos lo que hablas. Eso sí que es Don de Lenguas. Un abrazo.

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  2. Pues ve apuntando todas y cuando vengas las juntamos con las nuestras y hacemos un diccionario. ajajja.
    Asiq ve ATACANDOTE Q VAS DESCAGALAICO.
    Un beso.
    Aurora

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  3. jajajaja me encanta esta entrada. Con razón aquel niño pensó que eramos los españoles los que hablabamos raro! :)

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