En la vida uno no deja de enriquecerse y aprender cada día, y les cuento por qué digo esto.
En la semana pasada he estado compartiendo vida y oración con otros treitaytantos frailes mercedarios como yo, que nos hemos reunido en el Monasterio de Poio para dilucidar y ver por dónde queremos caminar en los próximos años. Allí había frailes de muchos rincones de España, de Puerto Rico, Santo Domingo y Camerún.
Y lo que les quiero contar tiene que ver con éstos últimos, hermanos africanos que, a parte de compartir sus inquietudes y esperanzas mercedarias para su país africano, nos han llenado de un ritmo diferente y especial.
Me quedo con una experiencia que me encantó y que fue un descubrimiento para mí. Cuando estábamos celebrando la Eucaristía, en el momento de la paz, ellos se acercaban para desearnos la paz de Cristo, pero lo hacía de otra forma. Lo hacían a través de tres toques con la cabeza; chocaban la frente tres veces, a la izquierda, a la derecha y al centro.
El gesto me pareció genial, porque creo que de fondo hay una filosofía sobre la paz muy interesante: la paz no se construye con las manos, ni se lleva en el corazón, sino que parte de nuestras ideas, de nuestras mentalidades y concepciones de la vida erróneas. Al chicar las frentes queda palpable que "nuestra cabeza dura" puede hacerse algo más flexible y que podemos transmitirnos pensamientos positivos que nos ayuden a reconciliarnos y vivir en paz.
Los primeros días me resultaba extraño dar la paz de esa forma pero poco a poco me fui acostumbrando y a ellos se la daba así.
Que haya paz en la tierra y que unamos nuestras ideas en un pensamiento común que nos permita vivir en un mundo de paz.
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