Dirán ustedes que por qué les hablo de estas cuestiones. Pues muy sencillo. Esa escena me recordaba mucho precisamente al evangelio que escuchamos en este domingo, donde Jesús denuncia a todos aquellos del pueblo judío que están tan preocupados de la apariencia externa y descuidan el interior, que tienen muy limpias las manos pero sucio el corazón.
No sé cómo de limpio estará el corazón de Danilo Medina y sus compañeros de Gobierno, pero deseo y pido que esa blancura del traje responda también a una limpieza interior. Y eso es fácil de comprobar. Si el Presidente no permite la corrupción en su Gobierno, denuncia las injusticias y busca la justicia para todos; si defiende al pobre por encima del rico; si se preocupa de ofrecer puestos de trabajo, eliminar los sueldos botella y limpiar nuestras calles de tigueraje; si apuesta por una educación y salud de calidad, entonces podremos decir que la blancura de su traje responde a un corazón limpio y puro. Mientras que esto no ocurra podremos aplicar las mismas palabras de Jesús: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición humana”.
Y nosotros, hermanos, seamos también buenos ciudadanos, honrados y justos. Los corruptos, los abusadores, los mentirosos y los que solo se preocupan de su apariencia están muy lejos de Dios. Construyamos un país mejor, construyamos un mundo mejor.
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