El viernes llegué a Rep. Dominicana, después de que el vuelo que debía traerme el miércoles, estuviera completo. Llegué cansadito y pronto me fui a acostar. El sábado me levanté temprano para celebrar la Eucaristía en las Mercedarias de la Caridad. El evangelio de ese día decía: "dejen que los niños se acerquen a mí". Les dije a las religiosas en la reflexión que había que ser como niños, sencillos, espontáneos, sensibles e ingenuos...
Ahí quedaron mis palabras y al terminar me marché para casa. Después de deshacer las maletas y poner algunas cosas en orden por la habitación, me marché para la parroquia al ensayo con el Corito Chichigua. Iba realmente con ganas, con alegría, con deseos de ver aquellos rostros sonrientes, llenos de felicidad, de luz y de magia.
¡Cuál fue mi sorpresa al llegar allí y que después de un mes y medio sin verlos, casi ninguno me saludara, estuvieran sentados, calladitos y distantes! Algo está pasando -me dije-. Les pregunté y poco hablaban. Bueno, pues comenzamos el ensayo y así, de repente, aparecen 3 niñas y una mamá y todo el Corito comienza a cantar "cumpleaños feliz, te deseamos a ti, que el Señor te bendiga y te haga feliz...". Las pequeñas del Corito traían una tarta (bizcocho) gigante. Yo no sabía dónde meterme, porque aunque no lo parezca, uno de vez en cuando es tímido y siente vergüenza cuando todos le miran.
Partimos el bizcocho y lo tomamos, y lo regamos con refresco fresquito. Algunas niñas salieron allí, me dieron regalos y me dedicaron unas palabras preciosas, alguna que otra canción, y los mejores deseos.
Al final del todo, me dejaron hablar y les dije que era el mejor cumpleaños que había vivido en mis ya 37 años de existencia; que estaba muy agradecido a todos ellos por el cariño que me mostraban y que les quería un montón.
La fiesta acabó con parte del bizcocho, la nata y el suspiro por el rostro de algunos. Y fue ahí que comprendí lo que el evangelio de la mañana había querido decir: "dejen que los niños se acerquen a mí".
Gracias, Señor, por poner a los niños en mi camino, porque sé que a través de ellos me acerco más a ti. Ah, y si tú hubieras estado, Señor, en mi fiesta de cumpleaños seguro que hubieses acabado también con la cara llena de bizcocho. Gracias, Corito Chichigua, por acercarse a mí y acercarme a Dios.
Hola Santi, quiero que sepas que eres un un hombre muy AFORTUNADO, tienes la mayor fortuna, que es la del cariño de todos los que te rodean. Me muero de envidia, y de diré que me he emocionado leyendo este mango, me gustaría sentir lo mismo que has sentido tú con el recibimiento de tus niños del corito. De todas formas, cuando uno te conoce, es difícil no quererte. Un abrazo muy fuerte. Emi.
ResponderEliminarTe mereces todo lo que te está pasando.
JAJAJA! Que cosa tan chevere!
ResponderEliminar