Les cuento: el otro día iba por la calle, camino a la parroquia, y vi cómo una señora echaba improperios e insultos a un señor que parce ser que pasaba por la calle y le había robado un aguacate de un árbol que ella tenía en su jardín de entrada a la casa. La conversación iba subiendo de tono y las palabras menos amables salían de la boca de cada uno de ellos. Al pasar yo por la casa, me miraron, me reconocieron y se callaron. La situación me parecía a aquella en la que Jesús calmó la tempestad. Cuando avancé unos metros y estaba a una distancia prudencial, el huracán de "palabras bonitas" entre aquellas personas continuó y volvieron a decirse de todo. Total que el milagro de calmar la tempestad fue sólo un espejismo. Ante aquella situación, empecé a reírme y no paré hasta llegar a la Parroquia.
Está claro que, como contaba hace algunos días, el padre en algunos lugares todavía impone respeto. Delante del padre hay que hablar bien, ser educados y respetuosos; pero detrás...
Quizá aquellas personas aprendieron otrso mandamientos diferentes a los que a mí me enseñaron. Tal vez sus mandamientos fueron formulados de otra manera:
- Amarás a Dios sobre todas las cosas, si hay presente algún sacerdote.
- No tomarás el nombre de Dios en vano, si te escucha el padre.
- Santificarás las fiestas, si te ve el cura.
- Honrarás a tu padre y a tu madre, cuando te observe el padre de tu parroquia.
- No matarás, cuando haya un sacerdote delante.
- ...
Jajaja! Una vez que estaba hablando con usted y un grupo enel patio iba a decir una "palabra bonita" y me callé y me dijo "anda dilo" y yo la dije, no sé, pero no olvidaré eso. Lo que pensé fue: tiene lógica, al que le debo respeto es a Dios y como sea me ve cuando las digo, de quien me oculto?
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