Hace unos días, justo el mismo día que
eligieron a el Papa Francisco, tuve la oportunidad de celebrar la Eucaristía en
una de las comunidades de nuestra parroquia. Como no podía ser de otra manera,
la mayoría del tiempo de la Homilía me centré en conversar y dialogar con los
allí presentes y les pregunté qué es lo que ellos le dirían al nuevo papa.
Allí hubo diferentes opiniones.
Algunas decían que debía dar libertad a los sacerdotes para que se casaran,
otros opinaban que debía tener mano dura con los sacerdotes pederastas, algunos
también apuntaban que debía ser una persona humilde y sencilla, porque muchos
obispos cuando recibían el cargo se ponían demasiado altaneros y orgullosos.
Incluso alguien se atrevió a decir que visitara nuestra comunidad.
Pero lo más bonito fue cuando dos
niñas dijeron lo que le pedían al nuevo Papa. La primera dijo que “el Papa
ayudara a los niños más pobres”, y la segunda dijo que “el Papa ayudara a los
ancianos”. Al decir estas dos cosas las niñas la comunidad quedó admirada ante
la sabiduría e inocencia de aquellas dos niñas.
Todos nos dimos cuenta que a veces
pedimos cosas complicadas y extrañas al Papa, queremos que haga esto y lo otro,
que cambie esto y lo otro… pero realmente lo único que podemos pedirle es que
ayude a los más desamparados, a los más pobres e indefensos. Aquellas niñas
acertaron de pleno y nos dieron una gran enseñanza a los adultos.
Por eso, ahora yo me atrevo a
preguntarte a ti, hermano o hermana: ¿Qué tú le pides al nuevo Papa?
Que sea El mismo en todos los momentos.
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