En este
domingo nos sorprende, porque de manera intuitiva descubre en una mujer algo
que ninguno de los que estaban allí había podido ver.
La mujer que
limpia los pies de Jesús con perfume, nos dice el Evangelio que era una
pecadora. Probablemente se dedicaba a la prostitución o andaba con varios
hombres al mismo tiempo. Eso estaba mal visto entonces como ahora. Todos la
juzgan, la acusan, la miran mal (como ocurre ahora también). Pero ella,
atrevida, se pone a limpiar los pies de Jesús con perfume. Y Jesús, con el buen
olfato que le caracteriza para detectar pecadores, descubre el gesto precioso
de aquella mujer que, con humildad, quiere agradar a Jesús y mostrarle su
arrepentimiento.
Lo más
valioso que tenía una “mujer de mala reputación” era el perfume con el que
embriagaban a los hombres y los cautivaban. Y ahora es Jesús quien queda
cautivado, pero no por el perfume, sino por los deseos de arrepentimiento de
aquella mujer, por sus deseos de cambiar y empezar una nueva vida.
Ella se
reconoce pecadora, pero quiere empezar de nuevo.
Los que por
allí andaban sólo veían el pecado en ella, sin embargo Jesús ve su
arrepentimiento.
Hermanos y
hermanas, si somos pecadores, aprendamos a arrepentirnos y cambiar, como lo
hizo aquella mujer. Dios está siempre de oferta y nos brinda el perdón.
Jesús tiene
un olfato increíble para saber quién quiere arrepentirse de sus pecados.
¿Tenemos el perfume necesario para derramarlo sobre Jesús y que él nos perdone
como perdonó a aquella mujer?
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