Hay
inventos para la humanidad que nos ayudan y nos hacen progresar cuando les
damos un buen uso, pero que en otras ocasiones también nos dañan y perjudican
bastante.
Uno de
ellos son los auriculares, que nos ayudan a escuchar la música sin molestar a
los demás. Eso que en rincipio está bien, puede convertirse, por desgracia, en
una fuente de aislamiento, de “desconexión” con la realidad.
¡Cuántos
jóvenes andan en casa “desconectados” con el mundo, inmersos en lo suyo sin
querer saber de nada ni de nadie!
Los
auriculares que nos sirven para no molestar a nadie, a veces se convierten en
un artilugio para que nadie me moleste a mí, en donde nos aislamos del mundo
que nos rodea.
Hoy Dios
nos dice: “Éste es mi Hijo el amado, escúchenlo”. Pero, por desgracia hay
jóvenes que anda con auriculares, “desconectada”, en su propio mundo y no
pueden oír ni a Dios.
Los
adultos quizá utilizamos menos los auriculares, pero tenemos otros auriculares
que nos impiden escuchar a Dios: el celular de última generación, la
computadora, la televisión, la radio, los ruidos de la calle, la fiesta
descontrolada, la pereza, el consumo…
Hay muchas
formas de taparse los oídos y dejar de escuchar a Dios.
Hermano,
hermana, si andas con los oídos tapados, y no escuchas nada, es momento de que
te “conectes” con Dios, con el mundo y con la realidad.
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