El miércoles de Ceniza en la
mañana, mientras rezaba en la Capilla de mi casa, vi una araña que se paseaba
por la pared. Me imagino que la araña no estaba allí precisamente para rezar.
Supongo que más bien andaría por allí buscando algún mosquito despistado para
poder desayunar.
En ese
momento de reflexión y oración pensé que quizá la Cuaresma podría ser parecida
a lo que viven las arañas, que más allá de su aspecto repugnante, pueden darnos
una lección para vivir este tiempo de preparación para la Semana Santa.
Comparto
con ustedes la oración que en ese momento hice:
Señor, quiero ser como una
araña,
y tejer cada día con
paciencia
una tela fuerte y
resistente,
con hilosmuy finos pero
seguros.
A mi tela de araña quiero
que se acerquen muchas personas,
no para hacerles daño, no
para comérmelas,
sino para protegerlas de los
peligros de la vida.
En mi tela de araña quiero
que estén
las personas más indefensas
y marginadas por nuestra sociedad:
los enfermos, los tristes,
los depresivos,
los huérfanos, los pobres, las
prostitutas,
los internos de la cárcel,
los que no tienen techo…
Señor, quiero ser una araña
que no inyecte veneno en sus presas
-bastante veneno hay ya en
el mundo-,
una araña que inyecte amor y
paz a todos los que caigan en mis redes.
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