Te cuento... Como ya sabes he estado unos meses en España, en mi querido pueblo de Herencia compartiendo vida y fe con la gente del lugar, y muchos días cuando daba la comunión miraba a la gente a la cara y muy pocos me miraban a mí a la cara, ni tan siquiera al pan consagrado que estaban recibiendo. La mayoría agachaban la cabeza, decían "amén" entredientes, apenas perceptible, cogían la comunión o la recibían en la boca y se iba para su banco (Tú fíjate en la gente de Valladolid a ver si hace lo mismo).
Hoy, aquí, en Santo Domingo, al dar la comunión a la gente de la parroquia, veía que las personas me miraban a los ojos, o miraban al pan consagrado, decía "amén" con claridad, y abriendo las manos o la boca recibían a Jesús. Me parecía estar en otro planeta.
Yo me pregunto: ¿por qué habrá tanta diferencia entre unos y otros? ¿por qué muchas personas en España comulgan con un "rictus de tristeza" y aquí casi siempre al comulgar las personas esbozan una sonrisa? ¿será que Dios es diferente o los que somos diferentes somos nosotros?
Yo no digo que tengamos que recibir a Jesús en la Eucaristía con pitorreo, de juerga, con chercha o relajo, pero sí digo que debemos recibirlo con alegría, con mucha alegría, porque es el mismo Dios que está ahí.
Podemos decir que es algo cultural, que somos pueblos distintos, formas diferentes de comprotarnos y de expresarnos, pero yo creo que va más allá.
Lo cierto es que no pretendo dar lecciones de liturgia ni de fe a nadie. Estoy seguro que las personas en España viven su fe con mucha autenticidad, pero nos falta expresarlo con la cara.
Bueno, Koldo, ahí te va este mango en forma de reflexión para que la próxima vez que comulgues sonrías, y la próxima vez que celebres la Eucaristía le digas a la gente de Valladolid que sonría al recibir la comunión.
Un abrazo, mangante.