Hace tiempo que tenía ganas de denunciar las situaciones de inseguridad en las que trabajan muchos obreros de la construcción en este país. Los ves subidos y encaramados en un tejado, en una fachada, en unos andamios de madera, inestables y peligrosos.
Las autoridades dictan normas de seguridad, pero nadie las cumple, y nadie se preocupa de que se cumplan. Y luego ocurre lo que ocurre.
La vida de aquel muchacho seguro que se podría haber salvado con una simple cuerdecita amarrada a su cintura, con un casco de seguridad en su cabeza o quizá con un andamio que le protegiera algo más.
A veces confiamos demasiado en Dios, en la suerte o en el destino y no ponemos los medios para vivir algo más seguros.
Hay profesiones que son más arriesgadas, y una de ellas es la construcción.
Políticos, empresarios y obreros de este país guarden las normas de seguridad, cúmplanlas y aseguren la vida de las personas, y así podremos evitar tantas muertes de gente joven o mayor que por querer ganar el pan de cada día, pierden su vida.
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