Me puse a hablar con ellos, a ver por qué estaban peleándose, y ambos me dieron sus razones. Les dije que se pidieran perdón y así lo hicieron. Uno de los niños se marchó y el otro allí quedó. Entre tanto se acercó una vecina y me empezó a explicar que este niño (el que se quedó allí junto a mí) tenía problemas en casa, la mamá era muy joven, eran 4 hermanitos y ninguno iba a la escuela. Le pregunté al niño qué hacía cada día, y me dijo que nada, sólo estaba en casa o en la calle.
Le pregunté qué quería ser de mayor, y me dijo que bombero. Esbocé una sonrisa y le dije que para eso tenía que ir a la escuela. "Todos los bomberos estudian" -le indiqué.
Finalmente el niño se marchó.
Esa anécdota me dejó triste y pensativo, al ver la falta de oportunidades que muchos niños y niñas tienen en este país. La culpa es doble: los papás que no llevan a sus hijos a la escuela y no les preparan para tener un futuro digno, pero también es culpable el Ministerio de Educación que no controla esas situaciones injustas.
Soy consciente de que no es fácil, pero sí soy consciente de que algo más se puede hacer.
Quizá nuestra sociedad se está perdiendo un buen bombero para el día de mañana.
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