29 de marzo de 2014

No hay mayor ciego que el que no quiere ver


Hay ciegos físicos y hay ciegos espirituales, personas que no pueden ver con los ojos de la cara y personas que no pueden (o no quieren) ver con los ojos del corazón.
Y eso es lo que descubrimos en el Evangelio de hoy, donde Jesús cura a un ciego de su ceguera física, pero intenta curar a los otros ciegos que tienen ceguera espiritual y no lo consigue. Están viendo a Jesús hacer milagros, decir palabras salvadoras, pero no se quieren convencer. Por eso no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
De todos modos, la ceguera sigue muy presente en nuestra sociedad. No me refiero a la ceguera física, sino a la ceguera espiritual, a la ceguera social, a la ceguera de sentimientos…
¿Son ciegos o no los políticos que se ríen de sus ciudadanos, que cuando suben al poder solo piensan en sí mismos, que conforman al pueblo con un caramelito mientras ellos se comen el bizcocho entero?
¿Son ciegos o no los empresarios que se creen dueños del país, que explotan a sus empleados, que dan sueldos ridículos, que los ponen a trabajar más días y más horas de lo que un ser humano puede soportar?
¿Son ciegos o no los hombres que maltratan a sus esposas, que las humillan y les cargan toda la responsabilidades de la casa y de la familia?
¿Son ciegos o no los sacerdotes que no trabajan en comunidad, que no dialogan con sus feligreses, que se creen dueños y señores de “su Parroquia”?
¿Son ciegos o no los periodistas que manipulan la información según si interés político, social o económico?
De verdad, hermanos y hermanas, no hay mayor ciego que el que no quiere ver.

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