13 de septiembre de 2013

¡Cuántas ovejas perdidas hay!


Mangantes, ¿se han fijado cuántas ovejas perdidas hay en su familia? ¿y cuántas ovejas perdidas hay en su vecindario o en su barrio? ¿y cuántas ovejas perdidas hay en la ciudad o incluso en el país? Cantidad, verdad. Pero vamos a ir más allá. ¿Se han fijado cuántas ovejas perdidas hay en nuestra comunidad parroquial? ¿y en nuestra Iglesia dominicana? ¿y en la Iglesia universal? Cantidad, verdad.
Y es que en ningún lugar nos libramos. En la condición humana está la posibilidad de hacer las cosas bien o hacerlas mal, de seguir el buen camino o descarriarse. Eso ocurre porque Dios nos ha hecho libres y nos ha dado la posibilidad de elegir entre el bien y el mal.
A veces nos puede parecer que en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestro país o en nuestra Iglesia hay demasiadas ovejas perdidas, y no es así. Hay más ovejas “encaminadas” que “descarriadas”. Hay más personas buenas que malas.
¿Les doy ejemplos? –Allá van: los jóvenes y no tan jóvenes de nuestra comunidad que cada sábado están al lado de los limpiabotas de la Fundación La Merced; los padres de familia que se sacrifican por sus hijos todos los días; los abuelos que resignadamente acogen a sus nietos ante la ausencia de sus padres, y los educan; los sacerdotes, religiosas y religiosos o laicos y laicas que ponen en marcha obras sociales en favor de los más desfavorecidos de nuestra sociedad; los políticos (alguno hay) que realmente se sacrifican por su pueblo y no piensan sólo en sacar beneficio para ellos; las personas que ayudan económicamente a sus vecinos y les dan aunque sea una libra de arroz para comer.
¿Hay o no hay buenas ovejas? –Claro que las hay, y muchas… pero esas ovejas no son noticia ni ocupan los titulares de los periódicos.

Amigos y amigas, vamos a intentar ser buenas ovejas, para que Dios no tenga que andar por ahí buscándonos continuamente.

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