31 de mayo de 2011

Bienvenido a casa


     Hace ya casi dos años cuando vine para Santo Domingo, estuve visitando la cárcel de Dueñas en Palencia, el día de la Merced, y allí celebré la Eucaristía con los muchachos y muchachas que están cumpliendo condena. Me presentaron a un chico que era dominicano y, hablando con él, me dice que es precisamente del mismo barrio y de la misma parroquia a la que yo iba a ir. Fue una alegría grande para mí, pero mucho mayor para él. Sus últimas palabras aquel día hacia mí fueron: "la próxima vez nos vemos en Las Caobas"...
     Y así ha sido, este fin de semana, vino a comulgar un muchacho que al recibir el Cuerpo de Cristo me miró a lo ojos y me sonrió... Yo me quedé pensando y diciendo: "esa cara me suena de algo", pero no fui capaz de recordar de dónde, cómo y quién era aquel joven.
     Ya en la Sacristía, entró él, abrió los brazos, se vino hacia mí, me dio un abrazo y me dijo: "¿qué, ya no te acuerdas?" Al ver a su abuela, enseguida caí en la cuenta y descubrí quién era.
     Me dijo que estaba libre, que llevaba dos días en el país... Le pregunté qué iba a hacer ahora y él, de forma inteligente, real y práctica, me respondió: "ahora necesito respirar, tomar oxígeno".
     Imagino que para él las cosas no serán muy fáciles, pero espero que su paso por prisión le haya servido para aprender y no cometer los mismos errores.
     Lo que sí he descubierto en él es que es un hombre de palabra, me dijo que nos veríamos en Las Caobas y así ha sido.
     Amigo, bienvenido a casa. Respira.

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