22 de junio de 2014

Jesús sale a la calle


Celebramos el Corpus, una fiesta que es extensión de lo vivido y celebrado el Jueves Santo. El Cuerpo y la Sangre de Jesús se convierten en el centro de nuestras vidas, en el alimento necesario y principal de los cristianos.
Es tradición, al menos en España, salir a la calle con el Cuerpo de Jesús presente de forma real en ese pan consagrado en la Eucaristía.
Y sale a  la calle porque ahí puede conversar con el vagabundo que lleva años con el rostro arrugado por el frío, con la cara ennegrecida por el calor.
Y sale a la calle para saludar a esos pobres que huelen mal, que visten mal, que hablan mal...
Y sale a la calle para darle los buenos días a los obreros que salen diariamente a ganarse la vida, y a los parados que salen diariamente a buscar trabajo.
Y sale a la calle para abrazar a las prostitutas que alquilan su cuerpo y venden sus sentimientos, y decirles que Dios las ama sin condiciones.
Y sale a la calle para animar a las madres que van a la compra con el dinero justo para comprar un plato de arroz para sus hijos.
Y sale a la calle para tomar de la mano a los niños que sufren explotación y llevárselos a la escuela.
Si quieres ver a Jesús en este Día del Corpus Christi, sal tú también a la calle.

14 de junio de 2014

Uno para todos, y todos para uno


Tenemos un solo Dios manifestado en tres personas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) y entre ellos se establece una relación que nos sirve a nosotros para orientar nuestra vida.
Entre las muchas cosas que podríamos aprender de la Trinidad, hoy quisiera fijarme en la corresponsabilidad: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo saben cuál es la misión de cada uno, y hasta dónde llegan sus competencias. Pero al mismo tiempo saben delegar cuando ven que no pueden llegar a todos los rincones de la Tierra ni asumir toda la Misión. El Padre delega en el Hijo y el Hijo en el Espíritu Santo.
A veces a nosotros nos gusta hacerlo todo, con mucho protagonismo, y pensando que sólo nosotros sabemos hacer bien las cosas. Necesitamos delegar, dejar en otros la responsabilidad, compartir los trabajos y funciones. Todopoderoso sólo es Dios.
Y en la Iglesia necesitamos delegar aún más. Ya no sirve el esquema en el que sacerdote es el "único que sabe hacer las cosas, el único que entiende de las cosas de Dios o el único que puede interpretar la Palabra".
Ese reparto de tareas supone menor protagonismo por parte de nosotros los sacerdotes, ese reparto de tareas supone formar más y mejor a los laicos, capacitarlos y prepararlos. Pero también ese reparto conlleva por parte de los seglares querer comprometerse de verdad, no estar en la sobra y asumir responsabilidades eclesiales. Hemos avanzado mucho, evidentemente, pero aún debemos avanzar más.
Delegar sólo trae ventajas: reduce el estrés, nos ayuda a sentirnos acompañados, llegamos más y mejor, nos amplía los horizontes...
¿Se acuerdan de los tres mosqueteros? ¿Esa novela de Alejandro Dumas en la que los tres "espadachines" junto a D´Artagnan tenían un lema que decía "uno para todos, y todos para uno"? También hoy nosotros, a ejemplo de la Trinidad, queremos ser: "uno para todos, y todos para uno".

7 de junio de 2014

Hoy tendrás una visita



Hoy por la mañana me llamaron por teléfono y una voz desconocida me dijo: "Hoy tendrás una visita. Prepárate". Ni siquiera me atreví a preguntarle quién era y a qué se debía esa visita.
El caso es que inmediatamente me puse a limpiar todos los rincones de la casa, a colocar todos los trastos y ordenar las cosas que andaban por ahí regadas.
Cuando ya pensaba que todo estaba listo, decidí arreglarme yo también: me duché, me afeité, me puse ropa limpia y nueva, me perfumé... y me senté a esperar.
Después de una hora comencé a escuchar un viento en la calle, abrí la puerta de la calle y sentí una bocanada de aire fresco en mi cara. Ese aire me hizo sentir muy bien.
Volví a sentarme y al rato escuché cómo una paloma jugueteaba en mi ventana, eché para un lado las cortinas y contemplé, admirado, a aquella paloma blanca. No soy experto en palomas, pero les aseguro que aquella era la paloma más bonita que había visto en toda mi vida. Seguí contemplándola y, al cabo de un rato, me dio la sensación de que era ella, la paloma, la que me observaba a mí. Asustada, quizá, elevó su vuelo y desapareció de mi vista, escondiéndose entre los tejados, primero, y luego entre las nubes del cielo.
El tiempo pasaba y no venía nadie. Ya me empezaba a impacientar, cuando empecé a oler a quemado. Pensé que era dentro de la casa, pero al ir a la cocina y las demás habitaciones, vi que nada se estaba quemando allí. Me asomé a la calle y vi a un niño que había encendido una pequeña hoguera para calentarse. El niño me invitó a acercarme al fuego y calentarme yo también, pero le dije que estaba esperando una visita y no podía andar en otras cosas.
El tiempo pasó, la tarde se fue... y llegó la noche. Nadie venía. Llegué a pensar que aquella llamada de teléfono había sido una alucinación, un sueño, una ilusión un espejismo...
Estaba terminando casi el día, cuando de nuevo sonó el teléfono, fui corriendo a descolgarlo y otra vez aquella voz desconocida me dijo: "Hoy te visitó el Espíritu Santo".