25 de mayo de 2012

Una paloma que quema y refresca, ¡menudo lío!

     En una ocasión, un niño de catequesis se me acercó y me dijo: “Oiga, Padre, yo no entiendo muy bien al Espíritu Santo, porque unas veces viene disfrazado de paloma, otras como lenguas de fuego encima de las cabezas de los apóstoles y otras como un viento suave. Cómo puede ser que exista una paloma que queme y refresque al mismo tiempo, ¡menudo lío!”
     Me quedé pensando en lo que me había dicho aquel niño con tanta sinceridad: el Espíritu Santo, una paloma que quema y refresca al mismo tiempo…
     Así es Dios –le dije al niño-, viene a nosotros de muchas formas y maneras. Cuando el Espíritu Santo viene a nosotros en forma de paloma nos recuerda que somos libres, que tenemos que elevarnos poco a poco a Él. La paloma despliega sus alas y nos envía todo el poder de Dios para que no tengamos miedo.
     Cuando el Espíritu Santo es representado por lenguas de fuego nos recuerda que Dios nos enciende el corazón y la mente para que sintamos su calor y su cercanía. Encender una cosa es activarla, ponerla en marcha. Eso es lo que hace Jesús con nosotros, nos pone en marcha.
     Y cuando el Espíritu Santo se muestra a través de la brisa, nos recuerda que Dios nos empuja como el viento, nos lleva y anima. El aire fresco en los días de calor es lo mejor que hay. Lo mismo ocurre con Dios, nos refresca y ayuda cuando estamos agobiados.
     Aquel niño quedó conforme con la explicación que le di y se marchó contento. Él se llevó una lección sobre el Espíritu Santo, pero yo también recibí una lección que me gustó y que me lo dijo este niño: “El Espíritu Santo viene disfrazado…”. Y cuánta razón tenía aquel muchacho, el Espíritu se disfraza, toma un traje u otro, actúa de una manera u otra, se nos aparece según las circunstancias, y según lo que nosotros estemos necesitando en ese momento de Dios.
     Hermano, hermana, recuerde que cerca de nosotros hay una paloma que quema y refresca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario