24 de febrero de 2010

Un Mango para mi amiga Elena

Hola, Elena, ¿qué tal estáis? ¿cómo andan Jesús y Samuel? - Supongo que creciendo poco a poco y vosotros estaréis siendo testigos directos de cada progreso en su crecimiento.
Quería escribirte porque desde que llegué a tierras quisqueyanas me ha llamado la atención una cosa: la cantidad de "loquitos" que hay por aquí. Y no es que yo considere que en Santo Domingo hay un mayor porcentaje de personas con trastornos psicológicos o psiquiátricos que en España, pero lo que sí es cierto es que se ven mucho más y a veces andan un poco desorientados, dejados y hasta algo olvidados.
Te explico un poco mejor: en el barrio es común encontrarte a personas que necesitan un tratamiento especial, y que nadie se preocupa de ellos; deambulan por las calles haciendo "locuras", comportándose de forma extraña.
Te lo cuento a ti, que andas a vueltas con la Eduación Especial, con aquellos niños que necesitan una atención especial, diferenciada, para que puedan sacar todo lo mejor de sí mismos. Y es que yo creo que muchos de los "loquitos" que andan por aquí están así porque nadie los ha atendido debidamente desde pequeñitos, y su enfermedad, muchas veces solucionable, ha ido degradando.
Me da un poco de pena, porque tampoco la familia los atienden como merecen y dejan pasar las cosas sin poner remedio.
Ocurre, además, un fenómeno muy curioso, y es que muchos de ellos tienen la costumbre de venir por la Iglesia y asistir a la Eucaristía, por lo que algunas veces comparten sus "locuras" con la comunidad parroquial. Aún así hay que decir que todos ellos son pacíficos y algunos nos dan mil vueltas en cuestión de vivir la fe y testimonio cristiano.
Te cuento sólo el caso de una muchaha que tiene "la misión" -así lo interpreta ella- de limpiar la Iglesia y estar cerca del templo parroquial todo el día. Y te puedes creer que se toma bien en serio "su misión". Tiene todos los alrededores de la Iglesia bien limpios, quita y barre las hojas a todas horas. Eso no lo hace tan bien ni el Ayuntamiento. Bien es cierto que cuando cerramos la Iglesia ya de noche, cuando todo el mundo se ha ido, ella sigue ahí, agarrada a los barrotes de entrada de la Parroquia, con la mirada perdida... 
Aún así por aquí hay algún que otro centro psiquiátrico. Es muy conocido uno que llaman "el 28", porque está en el Km. 28 de la autopista Duarte. Cuando ven a uno que anda haciendo locuras, se comenta: "está para el 28".
Bueno, Elena, espero que ninguno de los de tu alrededor estén como para ir al "28", aunque tengo una teoría y es que todos tenemos, o deberíamos tener, algo de locura.
Un beso muy grande, de parte de otro "loquito más".

1 comentario:

  1. Querido Santi:
    Muchas gracias por acordarte y por hacerme este regalo tan chulo. Ya son 30 veces cumpliendo años y para algunos ya me hago un poco cansina...
    Lo que me cuentas sobre los "loquitos" no me sorprende mucho porque, tristemente, en muchos países su realidad es esa. Por suerte en España hemos ido evolucionando y, aunque hasta hace no tanto las personas con discapacidad estaban en una situación parecida, ahora ya no es así. La Educación Especial aquí avanza a pasos agigantados; tanto que a veces mis "colegas" se quejan de tanto cambio que no permite -según algunos- trabajar con tranquilidad... cuando te quieres dar cuenta, ya hay algo nuevo. Yo estoy encantada, me gustan los cambios, me hacen sentir que nuestro trabajo es algo vivo, dinámico.
    Sin embargo, dejando al margen los cambios terminológicos o metodológicos, el "capital humano" con el que trabajamos es el que es, por muchos nombres que le demos; y en algunos casos sus posibilidades son tan escasas que simplemente hay que conformarse con estar a su lado y procurar que su día a día sea algo menos tedioso, poniendo un plus de cariño, de comprensión y de cercanía.
    Cuando trabajaba en ASPACE en Salamanca, o las épocas que he pasado en el centro específico de Educación Especial de Ciudad Real, he atendido a bebés, niños y adultos tan afectados que me producía una especial "claustrofobia". Creo que tiendo a ser demasiado empática en mi trabajo (lo cual a veces es un defecto serio), y me daba un gran desasosiego pensar en cómo deben sentirse personas incapaces de comunicarse, de comprender gran parte de lo que ocurre a su alrededor y que simplemente sobreviven - en ocasiones no sin dificultad- a días y días vacíos de contenido si nadie se acerca a llenarlos con un poco de compañía, de juego, de presencia...
    No tienen nada más que lo que otros puedan darles, no tienen posibilidad de nada por sí mismos, ¿te imaginas lo que ha de ser eso, Santi? A mí me darían ganas de llorar si no fuera porque, gracias a Dios, me dan más ganas aún de trabajar con ellos e intentar poner un poco de solución a esa situación irremediable.
    Pienso, en clave Mercedaria, que esa si es una terrible esclavitud. La esclavitud de vivir encerrado en un cuerpo enfermo con una mente diferente, incomprendida, inútil para este mundo de competición y productividad. Condenados a ser eternamente ignorados por el 99% de la población, incomprendidos hasta el extremo.
    Otros modos de esclavitud, me parece a mí, que aunque igualmente flagrantes e injustos en ocasiones (la cárcel, la prostitución...) implican en algún momento u otro, una cierta actitud errónea, un acto voluntario de la persona, que los desencadena. Pero los enfermos mentales nacieron así. Y así es su vida, sin solución ni cura en muchos casos.
    Ojalá la gente tomara conciencia aunque sólo fuera remotamente y tuvieran la bondad de pararse a escuchar, de dar una palabra amable, o un gesto, o simplemente un mero rato de compañía, que aportase un poco de luz a la realidad diaria de tantas y tantas personas.
    Te mando un beso grandote y te doy las gracias por haberte fijado en ellos.

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