10 de abril de 2010

Otro Mango para Max

Querido amigo Max, hace un tiempo que hablábamos sobre el encuentro que tuvimos ahí en la cárcel de Dueñas, y de cómo conocí a tu abuela.
Hoy quiero enviarte un mango más triste, más amargo, más asqueroso y repugnante. La verdad es que tú no tienes la culpa de nada de lo que te voy a contar, pero estoy seguro que conoces bien lo que voy a narrar.
El caso es que el otro día Fr. Enmanuel me invitó a confesar y celebrar la Eucaristía a la cárcel de "La Victoria", el penal más importante que existe en toda la República Dominicana, con unos 3.500 reclusos.
Tardamos mucho en entrar porque la noche anterior habían matado a un recluso que tenía algo que ver con un narcotraficante muy buscado en el país, y no dejaban entrar fácilmente.
Cuando por fin aprobaron nuestro permiso para entrar, nos dijeron que teníamos que ser revisados, nos llevaron a una sala apartada, y nos dijeron que nos Pusiéramos "en cueros". Mi compañero Enmanuel dijo que no tenñiamos por qué hacerlo, ya que éramos de Pastoral Penitenciaria Católica y no estábamos obligados a quitarnos la ropa. Accedieron y no tuvimos que desnudarnos, pero aún así nos cachearon como delincuentes y nos tocaron. Lo grave no era que te pidieran desnudarte para ver si llevas droga y otrras cosas, sino que en la habitación donde te lo dicen las ventanas están abiertas, no hay puertas, ni tienes donde dejar la ropa. 
Pudimos pasar a uno de los pabellones de la cárcel y cuando entré dije: "Dios mío, sácame de aquí cuanto antes". Había un olor mezcla de sudor, lejía y podrido, la higiene brillaba por su ausencia, y eso que era el día de limpieza, los internos deambulaban por los pasillos (algunos bastante trastornados y dementes), el espacio de las celdas era reducido, reducidísimo, lo más pequeño que he visto yo en mi vida, sólo cabían dos camas-literas y nada más (2 mts de largo, 1 mt de ancho y 3 mts de alto). Aún así algunos habían inventado percheros en el techo, otros habían colocado ventiladores en las paredes y encajado televisiones pequeñitas... El nivel de ruido era tremendo, los gritos, la música, el escádalo era lo que reinaba en el ambiente...
Después de contemplar todo el espectáculo, mi compañero me dijo que teníamos que celebrar la Eucaristía. Ha sido la Misa en la que más he gritado en toda mi vida. Recordamos la Última Cena de Jesús en un pequeño hall que había entre varias celdas, donde no había apenas luz, y la mayoría de los participantes estaban de pie.
Cuando llegó el momento de la Confesión me dijo Enmanuel que confesara a los internos en una celda que me iban a abrir. Como no cabíamos el confesor y el confesado, tuvimos que abrir la puerta. Por el pasillo pasaban varios reclusos, metidos en su mundo...
Había sólo un militar dentro, con estos 200 presos; él iba uniformado y llevaba consigo un palo de madera. Evidentemente no le pregunté para qué era ese palo.
Lo mejor de todo fue encontrarme con un grupo de personas, insisto personas. Los 14 ó 15 hombres que participaron de la celebración eran más humanos, más hospitalarios y atentos que muchos otros que viven en el exterior; y, además, el sentido de Dios y la profundidad religiosa de todos ellos es para envidiar.
Me despedí de ellos y les dije que la próxima vez que nos viéramos tenía que ser más allá de la rejas
Cuando salí del pabellón, le dije a mi compañero: "¿Es posible hablar con el Alcaide de este estercolero inhumano, de este apilamiento animal?". Él se echó a reír y me dijo: "hermano, a esos señores no es fácil acceder". "Y que sepas -me siguió diciendo- que aquí hay clases y clases. Has visto a los más pobres, pero hay otros que viven dentro del penal con toda clase de lujos, porque pagan 1.000 pesos (20 euros) al mes.
Vine todo el camino asimilando la experiencia, preguntando cosas inexplicables a Enmanuel, maldiciendo a todos los que permiten y provocan esas situaciones.
Aún hoy, después de algunos días, sigo sin entender muchas cosas, sin comprender cómo pueden rehabilitarse esas personas en esas condiciones
Como ves, nada que ver todo esto con el lugar donde tú estás en España. Da gracias a Dios, porque, dentro de las deficiencias y dificultades que puedas encontrarte, a ti te tratan como persona y te están ayudando a encontrar un futuro mejor.
Espero que sepas valorar lo que tienes y lo que están haciendo por ti.

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