4 de septiembre de 2010

Mango y Manguillo: ¿Quiénes son más felices?

Se acerca Manguillo a Mango y le pregunta:
- ¿Quiénes pueden ser más felices: los ricos o los pobres?
Responde Mango:
- Los dos, porque la riqueza no se mide por lo que tienes, sino por lo que eres.
- Ya entiendo -contesta Manguillo-, entonces no es lo mismo tener tesoros que ser un tesoro, tener joyas que ser una joya, tener mucho que ser mucho...

2 comentarios:

  1. Hola Santi, hola todos.
    ¡Ya estamos de vuelta!
    Permiteme que inserte algo que alguien me envio hace poco por correo y me llamo mucho la atención. El final de la historia es muy curiosos y tiene mucho que ver con tu mango. Dice así:
    En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.
    Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.
    El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció: - Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor.
    - Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad. Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor. Y quien lo tenía se quejaba de los hijos.
    Mas una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea: - ¡Qué bella es la vida!, Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?
    Al enterarse en palacio de que por fin habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente: - Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida! En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.
    Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, mas cuando por fin llegaron, traían las manos vacías: - ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre! - Señor - contestaron apenados los mensajeros - El hombre feliz no tiene camisa.

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  2. bonito cuento, José Luis, qué bueno que fuéramos todos por la vida sin camisa, seríamos más felices.

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