12 de octubre de 2011

Dos personas, una misma fe


     Es muy curioso cómo muchos creemos en Jesús y lo vivimos de diferentes maneras. Dos ejemplos que me han ocurrido:
     En este verano, una persona en España, se puso a hablar conmigo y me dijo: "yo creo mucho en Dios, participo todas las semanas la Eucaristía, pero lo de confesarme lo llevo fatal. No es fácil..., me cuesta entrar por ahí"
     Hace unos meses estando en un concierto en Santo Domingo, alguien me identificó como sacerdote (y eso que no llevaba clerigman). Se ve que a los curas se nos distingue bien con identificación y sin ella. El caso es que se acercó a mí y me dijo: "Padre, ¿puede confesarme? Recibí por última vez el Sacramento hace una semana, pero el Espíritu me está diciendo que debo confesarme de nuevo". Me quedé tan perplejo y sorprendido que sólo atiné a decir: "sí, pero cuando termine el concierto". Al terminar el recital musical, miré alrededor y ya no encontré a la persona. Pensé que igual había encontrado a otro sacerdote más rápido de reflejos y más preparado para confesar durante un concierto.
     Cuento estas dos anécdotas, porque la forma como celebramos el Sacramento del perdón es muchas veces discutida, a muchas personas les cuesta; y sin embargo hay otros que quieren recibirlo como quien reparte golosinas a la puerta de un colegio de niños.
     Algunos quieren confesarse siempre y a todas horas. Es el grupo de la "Con-fesión". Y hay otros que no quieren confesarse nunca jamás. Es el grupo de la "Sin-fesión"
     ¿Quién tiene la verdad? ¿la forma como celebramos el sacramento del perdón está ya anticuada? ¿habría que buscar otras fórmulas? ¿por qué en unos sitios se valora tanto este sacramento y todos los cristianos del lugar participan asiduamente, mientras que en otros está infravalorado y casi todos los parroquianos huyen nada más ver al sacerdote entrar en el Confesionario? ¿qué está fallando?...
     - Esto es un lío, por eso me gustaría que te pronunciases, querido mangante...

1 comentario:

  1. Hola mangante,
    yo creo que el problema en el viejo continente es que vivimos tan rodeados y agobiados por el individualismo que lo vivimos también en nuestra fe, la figura del confesor como consejero se ha perdido. Preferimos el "yo me lo guiso y yo me lo como", y con la disculpa del "yo me confieso con Dios" ni nos confesamos con el sacerdote ni con Dios.

    Un abrazo desde Madrid.

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