8 de agosto de 2014

La inhumanidad del ébola


A veces somos así las personas. Aplaudimos la tarea de los misioneros, valoramos todo lo que hacen, pero cuando ocurre algo como lo que ha pasado con el P. Pajares que infectado con el ébola ha tenido que ser trasladado de Liberia a España, algunas personas pierden la humanidad y dicen que es mejor que se cure allí o cuestionan quién se hará cargo de todos los gastos que eso ocasiona.
Es verdad que los misioneros no están en esos países para que nadie les aplauda, ni buscan honores ni medallas, pero sí quieren encontrar, al menos, comprensión y humanidad de los que aquí vivimos cómodamente.
El P. Pajares es un orgullo para la Iglesia que demuestra una vez más que hay muchos cristianos (sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos) que están donde no quiere estar nadie y que dan su vida (o la pierden, mejor dicho) por los demás.
Ojalá y éste religioso de la Congregación de San Juan de Dios se termine curando y consiga restablecer su salud. Y ojalá y también nuestros países pongan en marcha ayudas concretas para que en los países afectados no mueran más personas por el ébola. Si esta enfermedad traspasara las fronteras de África e infectara otros continentes, pronto se encontraría una vacuna. Y es que somos así, por desgracia. Lo que no nos afecta, no nos importa, y hasta parece que no existe. Si mueren más de mil africanos por el ébola nadie se estremece, pero si un español y algún norteamericano tienen la enfermedad aí que nos preocupamos.
El ébola deja patente una vez más el mal reparto de los bienes de la tierra y cómo por desgracia aún hay seres humanos de primera clase y de segunda o tercera clase.
Un aplauso para el P. Pajares que aún a riesgo de infectarse, como así ha sido, estuvo al lado de las personas enfermas que le necesitaban.

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