3 de junio de 2010

¡Qué bien, también con vino!

Queridos mangantes, el otro día en nuestra parroquia un grupo de jóvenes recibieron a Jesús por primera vez en la Eucaristía. Poco antes de comenzar la celebración, les comunicamos que iban a comulgar bajo las dos especies de pan y vino, del Cuerpo y la Sangre de Jesús. De repente, una de las jóvenes dio un grito de alegría que nos dejó a todos desconcertados. Nos miramos, y nos reímos porque la espontaneidad de aquella muchacha nos asustó un poco a todos.
Luego pensando tranquilamente en casa, dije: una de dos, o a esta chica le encanta el vino y ha visto en esta ocasión un momento buenísimo para beber con el permiso de los adultos, o es que realmente ha descubierto la grandeza que se esconde detrás de este Sacramento, y el hecho de comulgar el Cuerpo y la Sangre de Jesús le ha producido tal alegría que no ha podido contenerse. Conociendo un poco a la chiquilla, uno ve que realmente es lo segundo: que después de prepararse para este momento durante algunos meses, ve que no sólo va a recibir el Pan consagrado, sino también el Vino bendecido.
A mí esa espontaneidad de aquella joven me hizo renovar también mi compromiso personal con Jesús en la Eucaristía, y me ayudó a comulgar ese día de un modo diferente, quizá más consciente y feliz de lo que estaba recibiendo.
Hoy es el Día del Corpus Christi. En muchos rincones del mundo se celebran procesiones, adoraciones del Santísimo, Eucaristías Solemnes... y creo que a veces nos falta a nosotros esa espontaneidad e ingenuidad de esta muchacha al recibir a Jesús. Nos perdemos en ropajes de oro, en custodias plateadas, en alfombras floreadas y nos desviamos del sentido verdadero de la Eucarisía.
Cuando María estaba con Jesús en las Bodas de Caná le dijo a Jesús: "no tienen vino". Hoy, pienso, a nosotros también nos falta el vino, la alegría. Estamos sobrados de ritualismos, y nos falta espontaneidad e inocencia ante Jesús-Eucaristía.
Me imagino que el grito que dio esta muchacha en nuestra parroquia al saber que iba a comulgar también con la Sangre de Jesús sería similar al que dieron, más o menos, los invitados en la Bodas de Caná, cuando Jesús convirtió el agua en vino.
Vivamos con alegría este sacramento, que no nos preocupen tanto las formas externas. Expresemos y vivamos con sencillez y felicidad este Sacramento.
Fdo.: Un mangante en busca de vino nuevo

1 comentario:

  1. Santi, a raíz de este artículo quiero pedirte una cosa:
    Estos días que se celebran tantas Primeras Comuniones también aquí en España, vengo observando el enorme y ostentoso esfuerzo económico que ello implica en las familias de los niñ@s.
    Estando en el cole de Calzada, los niños y niñas venían a enseñarme los álbumes de fotos de sus primeras comuniones. No te exagero al equipararlos con los de las bodas. Y los vestidos carísimos y casi impropios, y los regalazos, y los banquetes...
    Sé que es algo muy tópico. Mucha gente comenta que no debería ser así, que es absurdo... Pero cuando nos llega el momento a cada uno, ¡qué pocos se salen de la norma y optan por una celebración más humilde! "¿Cómo va a ser mi hij@ el único que...?"
    Me pregunto si en República Dominicana la gente vivirá con más sencillez esta celebración, con más sentido profundo y menos superficialidad. En ese sentido, el grito de esa niña es un grito de esperanza.
    Lo que quiero pedirte es que, de aquí en unos años, cuando -si Dios quiere- Samuelín haga su Primera Comunión, si acaso se me ha olvidado mi intención de que ese día no se convierta en un circo de lujo y ostentación, nos lo recuerdes y nos alientes a que hagamos todo lo preciso para que Samuel entienda que para recibir a Jesús en la Eucaristía no es indispensable disfrazarse de capitán de barco ni recibir una Wii a cambio.
    (¿Por cierto, alguien sabe por qué rallos los niños van vestidos de marineros?).
    Un besete

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