14 de febrero de 2011

El árbol que quería volar


     En la vida, todos tenemos proyectos, ilusiones y metas. A veces no nos damos cuenta de que todo o casi todo podemos conseguirlo. Sólo hay que mirar dentro de nosotros mismos y leer nuestro nombre de otra manera...
Érase un árbol que estaba cansado de estar atado al suelo, de estar ahí plantado. Quería volar, tener una vida diferente y ver otros horizontes. Todos los días eran los mismos amaneceres, los mismos atardeceres... Él quería ser como los pájaros, descubrir otros mundos, ir de aquí para allá, no estar atado a nada. Contemplaba las diferentes aves con admiración y se imaginaba a sí mismo viviendo con esa libertad, desplegando sus ramas y dejándose llevar por el viento. Pero la realidad le recordaba día a día que él no podía, no sabía volar.
Un día que estaba dándole vueltas a su condición de árbol y su mala suerte por haber nacido así, de repente descubrió que él realmente podía volar, que toda su vida podía haber estado volando. "¡Qué sencillo!" -se dijo-. "Siempre fui un árbol, pero nunca reparé en que hay muchas formas de escribir la palabra 'árbol'. Si le doy la vuelta a las sílabas, entonces puedo bol-ar".
Desde aquel momento, nuestro árbol empezó a bol-ar... Cada día recorría un lugar diferente: unas veces iba a la playa, otras al monte; en alguna ocasión se adentraba en la ciudad y en otras se tumbaba relajadamente sobre las nubes del cielo a ver la locura y las prisas del mundo. 
     Si eres un árbol, ¿por qué no intentas bol-ar?

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