Sin embargo, hace unos meses una catequista de Valladolid me contaba que había tenido una oración muy especial con sus niños de catequesis y que había descubierto la ternura, la sensibilidad y el amor de Dios a través de las oraciones sencillas y sentidas de los niños.
Esas dos escenas tan contradictorias me han hecho reflexionar. Creo que la catequista, a diferencia de la mamá, ha descubierto aquello que dijo Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos" (Mc 10, 14).
¡Qué sencillo sería para aquella mamá invitar a sus hijos a hacer oración y ponerse ante Dios, y de esa forma no sólo la dejarían rezar, sino que al mismo tiempo ellos podrían descubrir también a Dios!
Les propongo, queridos mangantes, dos cosas: una, que recen en estos días junto a algún niño o niña, para descubrir así más de cerca a Dios; y dos, que inviten a orar a alguien que viva a su alrededor: a su hijo, a su madre, a su padre, a su hermano, a su amigo, a alguien que pasa por la calle...
Si lo hacen, pueden contarnos a los demás mangantes su experiencia. ¡Atrévanse!

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