31 de agosto de 2012

De traje blanco

 
     El 16 de Agosto Danilo Medina asumía el poder como Presidente de nuestro país. Y, entre otras cuestiones, el protocolo exige que los asistentes al Acto de Investidura –hombres y mujeres-, vayan de blanco. Era curioso -al menos a mí me lo parecía- ver a tantas personas vestidas de blanco. Nadie desentonaba, porque el blanco unificaba a los asistentes. Así tan de blanco parece que todos son santos, inmaculados y limpios de culpa, como los niños que sus mamás visten de blanco el día que van a ser bautizados como símbolo de pureza.
     Dirán ustedes que por qué les hablo de estas cuestiones. Pues muy sencillo. Esa escena me recordaba mucho precisamente al evangelio que escuchamos en este domingo, donde Jesús denuncia a todos aquellos del pueblo judío que están tan preocupados de la apariencia externa y descuidan el interior, que tienen muy limpias las manos pero sucio el corazón.
     No sé cómo de limpio estará el corazón de Danilo Medina y sus compañeros de Gobierno, pero deseo y pido que esa blancura del traje responda también a una limpieza interior. Y eso es fácil de comprobar. Si el Presidente no permite la corrupción en su Gobierno, denuncia las injusticias y busca la justicia para todos; si defiende al pobre por encima del rico; si se preocupa de ofrecer puestos de trabajo, eliminar los sueldos botella y limpiar nuestras calles de tigueraje; si apuesta por una educación y salud de calidad, entonces podremos decir que la blancura de su traje responde a un corazón limpio y puro. Mientras que esto no ocurra podremos aplicar las mismas palabras de Jesús: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición humana”.
     Y nosotros, hermanos, seamos también buenos ciudadanos, honrados y justos. Los corruptos, los abusadores, los mentirosos y los que solo se preocupan de su apariencia están muy lejos de Dios. Construyamos un país mejor, construyamos un mundo mejor.

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