25 de marzo de 2013

Diálogo de sordos


Queridos Mangantes, quiero contarles lo que me ocurrió hace unas semanas cuando fui a visitar a una persona enferma para confesarla.
Entré en la casa y me presentaron al señor que quería confesarse, y me dijeron que él era sordo. Me senté en una silla y me dirigí a aquel señor, le miré y le dije: "Ave María purísima", a pleno pulmón para que me oyera, y él me miraba fijamente con cara de extrañado. Viendo que el señor no reaccionaba proseguí con la confesión y le dije que de qué quería pedir perdón a Dios. El señor me seguía mirando con estupor y asombro, sus ojos casi se salían de las órbitas. Viendo que no reaccionaba me acerqué un poco más a él y le grité aún más. Me imagino que todos los vecinos me estaban escuchando, pero él nada de nada.
Además mientras estaba en ese "diálogo de sordos", dos perritos pequeñitos que tenían en la casa se estaban enredando entre mis piernas, sin dejarme estar concentrado en el sacramento.
Aquella situación era tan cómica que me entró la risa. El señor reaccionó también riéndose. Y allí estábamos los dos riéndonos. Salí de la habitación y les dije a los familiares que no había podido confesarlo, porque no me escuchaba pero que nos habíamos reído un montón.
Aquel señor no recibió la absolución por sus pecados, pero al menos nos reímos bastante los dos y pasamos un rato agradable, lo cual demuestra que Dios no estaba muy lejos.

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