17 de mayo de 2013

Una auténtica Graduación



Estamos en época de exámenes, de pruebas finales, de pruebas nacionales y de graduaciones… En el ambiente se respira cierta tensión y nervios entre los estudiantes que no quieren quemarse, que quieren pasar la materia y el curso. Durante un año entero se han estado preparando para llegar ahora al final y demostrar al profesor y a sí mismos todo lo que saben y todo lo que han aprendido.
Pues bien, lo que vivieron los discípulos el día de Pentecostés fue algo similar, Sí, así es. Les explico:
Ellos estuvieron preparándose con Jesús el Maestro durante los tres años de predicación de Éste. Escucharon de cerca la palabra que Él les dirigía, tuvieron la oportunidad de preguntarle lo que no entendían, de fijarse de cerca en las cuestiones más importantes.
Pero cuando Jesús asciende a los cielos, los discípulos ya se quedan solos, sin el Maestro, y es ahí que comienza la verdadera prueba. Ellos deben demostrar lo que han aprendido a su lado para que también ellos se conviertan en pequeños “maestros de la Palabra”.
Y eso ocurre precisamente en Pentecostés, que con miedo, pero con ilusión y fuerza, deciden arrancar y salir al mundo a predicar el mensaje de un Cristo que ha vivido con ellos y ha resucitado.
En Pentecostés los discípulos se gradúan, y como cualquier estudiante universitario que acaba su preparación, salen a la calle a cumplir con su misión, a ofrecer lo mejor a la sociedad y construir un mundo más habitable para todos. Los que se gradúan sienten miedo por lo que les espera en el mundo, pero también experimentan dentro esa pasión por dar a conocer y practicar todo lo que han aprendido. Así mismo se sentían los discípulos: con miedo, pero apasionados por todo lo bueno que les estaba esperando en el mundo al ser ellos mismos también “maestros de la Palabra”

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